Oh Cristo, contemplaba resignado el deterioro,
de mi espíritu, alma y cuerpo.
En un sobrenatural encuentro, el quebrado vaso de barro lo moldeó el Sumo Alfarero;
y de Gracia, derramó sobre mi ser el Santo Ungüento.
Oh Señor Jesucristo, sé que Tú eres mi Creador,
y que en rango, soy algo menor que los ángeles.
Con la excelencia del orfebre, me esculpiste en tu Santuario de amor,
y me sellaste con tus gloriosos poderes.
Oh Cristo Jesús, por mi abominación,
en la cruz del Calvario, Tú fuiste el Cordero Inmolado que expió mis pecados.
Tu corazón latió con gozo antes de tu expiración;
y pediste al Padre, el perdón para los inicuos desalmados.
Oh Redentor, será insospechada, para el devenir de los inconversos,
la gran tribulación.
Columna y baluarte de la Verdad serán los dos testigos,
que predicarán la Sana Doctrina a los que dispongan con pureza su corazón.
Oh Eterno Arquitecto, todo vaso, roto está en mil pedazos;
y ha de ser restaurado, con excelente fidelidad.
Los que perseveren hasta el fin serán salvos;
porque lo inservible, fue redefinido por tu Todopoderosa Diestra, para ser de Eternidad.
Paz de Cristo
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