Oh Cristo, de tu insondable sabiduría,
se hace eco mi ignorancia.
Tu Palabra es el agua Santa, que sacia la sed del que confía;
y muestra del Cielo su Sagrada semblanza.
No te apoyes en tu propia prudencia,
al ocupar un espacio incognoscible.
Ilustrativa altivez es la arrogancia,
que en su yermo desierto, no percibe la Shekina del Señor invisible.
Contemplar el Universo, oh Rey de reyes,
es un señorío de privilegio.
Con la mirada a las estrellas sorprendes,
al predicarlas sin distancia, con la Omnipresencia de Dios el Evangelio.
Oh Señor de señores, toda la Creación,
es manifiesta en la Palabra.
Por la dureza de corazón,
nos sobrepasa la Santísima balanza, que pesa la pureza del alma.
No contiendas, con el Autor de la Vida.
El Fiel y Verdadero, controla los vientos y las ondas del mar con sus riendas.
Guárdate de su ira,
y propicia su bondad, elevando tus oraciones con incensadas fragancias.
Paz de Cristo
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