- Oh mi Cristo,
- tus palabras desde la eternidad son derramadas.
- Oh Santo Espíritu,
- de lo sobrenatural emanan todas las fragancias bienaventuradas.
- Oh Soberano Redentor,
- como un reo fuiste ajusticiado en la cruz del Calvario.
- Sin embargo de tal belleza fue tu excelso amor,
- que para los abyectos escarnecedores, no llegó a ser audible, oh Rey de la gloría, tu majestuoso perdón desde el eterno santuario.
- Oh Cordero inmolado,
- el resplandor de los clavos que horadaron tus pies y tus manos, se hizo visible en los confines del universo.
- Y tu cuerpo lacerado,
- se herigió en una inexpugnable fortaleza; y aunque a tu glorioso cuerpo le llegó el momento de expirar; el viento de Sion te dio alas, para vencer con tu muerte al imperio de la muerte, y al tercer día resucitar victorioso.
- Oh Santo de Israel,
- el legado de tu heredad es de inusitada belleza para tus consagrados siervos.
- Nada es manifestó, fuera del resplandor de la fe.
- Y es que, tu inmarcesible gloria; no la pueden contener los cielos de los cielos.
- Nadie podía acercarse al monte santo para ver al Invisible;
- porque no contarías, sino con tu muerte el fulgor de su presencia.
- Oh Hijo del Hombre, Tú eres el gran Yo Soy, el Eterno Padre;
- que nos resucitarás en el día postrero, para vivir en la belleza del paraiso, que es tu eterna excelencia.
- Paz de Cristo
jueves, 7 de octubre de 2021
NO HAY BELLEZA, SINO EN CRISTO
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