Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no práctica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.
El ser nueva criatura en Cristo, nos da una identidad de pertenencia al Omnipotente Redentor.
Siempre estamos hablando del que al Rey de reyes su alma consagra;
y se ha vestido de lino blanco, que es el vínculo perfecto del amor.
Serte fiel, oh Señor, y no ser receptivo al pecado,
sería tanto como vencer al maligno en su asechanza incesante.
Este es en espíritu y en verdad bienaventurado,
el que mantiene su alma invicta con una santidad perseverante.
Si reconocieramos el poder del Altísimo en cada vicisitud,
estaríamos llenos de su inmensa paz.
Y en el resplandor de su admirable luz,
podríamos ver su santa faz.
Los que creemos en el Santo de Israel,
reyes somos del eterno trono.
Porque a su imagen y semejanza hemos sido creados por Él,
para ser herederos del cielo eterno.
Has vencido a la iniquidad con el Santo Espíritu,
que es el súmmum de la verdad.
Y tú eres el hijo del Todopoderoso Señor y Salvador Jesucristo,
que de tu incierta vida ha hecho un camino recto, para guardarte en la eternidad.
Paz de Cristo
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