Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Nada, oh Señor, se escapa a tu poder.
Porque de su gracia es,
el que en Él pueda creer.
Con el arrepentimiento y el bautismo en el nombre de Jesús,
te serán perdonados todos y cada uno de los pecados.
Él es la omnipresente luz,
que nos hace bienaventurados.
Y porque sabes que somos polvo,
oh Redentor.
Justificaste nuestro oprobio,
con tu excelso amor.
Revertiste nuestra condición,
oh Salvador,
al no acordaste más del envilecido corazón.
Y despojaste a las almas, con tu sublime fragancia, de su abominable hedor.
En tu sobrenatural manifestación en carne, oh Señor Jesucristo,
se consumó el misterio de la piedad.
Y con la obra del Santo Espíritu,
se nos reveló la eterna verdad.
Oh Cordero inmolado, Tú sufriste el mayor martirio,
para libertarnos del tenebroso Seol.
Y con tu muerte, oh Rey de reyes, venciste al imperio de la muerte, sepultando su maleficio,
para que en tu resurrección fueras más resplandeciente que el sol.
Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo,
y Él juzgará nuestras obras.
Si tú vives en el Espíritu,
escudriñarás día y noche la Palabra, que guarda el eterno conocimiento de las cosas santas.
Paz de Cristo
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