Conocemos en precario lo que acontece en nuestra existencia,
todo está sujeto a un encriptado misterio.
Oh Cristo Jesús, haberte conocido es la mayor herencia,
al tener entrada por tu Espíritu al sobrenatural santuario.
Sabed que la sabiduría está restringida al reino celestial,
y desciende de lo alto sobre el siervo escogido por el Sumo Hacedor.
Perseverad en la oración, para preservaros de lo letal;
y de incienso rebosará la adoración, que es elevada con las bellas alas del amor.
No es por fuerza ni por ejército,
sino por tu Santo Espíritu, oh Rey de la gloria.
Es, oh Señor, tu sagrado viento,
el inexorable huracán de la victoria.
Oh Omnipotente Redentor,
en tu magnificente diestra tiene cabida la plenitud del universo.
Y es en tu ubicuo amor,
donde se cumple la infalible promesa de cada perfecto verso.
Máximo honor ha sido conocerte, oh Señor Jesucristo,
para rendirme a tus majestuosos pies.
Y ser de la verdad del Espíritu,
el destinatario de sus santos favores.
Paz de Cristo
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