El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombre, como si necesitase de algo; pues Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.
El Rey de reyes es muy celoso de su gloria.
Él murió en la cruz del Calvario para redimir a los pecadores, y escogió para su salvación a los que habían de ser sus criaturas santas,
al dar fiel testimonio de su sagrada memoria.
Oh Soberano Jesucristo, cada secuencia de tu creación,
por la Palabra fue sustentada.
Y tu excelsa diestra la edificó con tal perfección,
que su belleza hasta el infinito fue proyectada.
En el propiciatorio del tabernaculo,
reposaba la presencia del Omnipotente Señor.
Este templo no lo hizo el ser humano,
sino el poder de su santísimo amor.
La Shekina era columna de fuego de noche y nube de gloria de día,
para dar gracia al pueblo elegido.
En el desierto tu presencia los dirigía;
y el agua de la peña brotó para saciar el alma espiritual, y también la del idólatra pervertido.
Oh Señor de señores, la conducta de tu pueblo fue de tal iniquidad,
que una generación entera pereció en el desierto, y por ende no conoció la tierra prometida.
Amar al Fiel y Verdadero, es la condición para entrar en la eternidad;
porque la mano del hombre, oh Redentor, no palpará el eterno tabernáculo, sin haber sido con el óleo santo ungida.
Paz de Cristo
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