De tu cetro regio te despojaste, oh Señor Jesucristo,
para disciplinar al ser humano a través del Evangelio.
Y al hijo de Dios se le ha concernido ser templo del Santo Espíritu,
que es el más grande privilegio.
Oh Cristo Jesús, para seguir con obstinada obediencia la Sagrada Escritura,
hay que tener una actitud muy reverente.
Y permanecer ceñido a la disciplina,
que se guarda en el santuario más solemne.
Oh Rey de reyes, mostrará sin límites tu amada Iglesia el perfecto gozo,
que has derramado sobre ella cada día.
Y avanzará con denuedo por el camino angosto,
para ser trasformada, oh Señor, en el blanco lino sin arruga y sin mancha, que en ti se gloría.
Oh Fiel y Verdadero, superada toda prueba,
que ha lacerado lo profundo de nuestra alma.
Descubriremos que toda disciplina es consumada,
por la irreprensible obediencia.
Pon tus ojos en el Soberano Señor,
que es el autor y consumador de la fe.
Y de la concupiscencia serás librado; porque la convicción de pecado es connivente, oh Rey de la gloria, con tu sagrado amor.
Y a toda alma santa se le ha preparado la eterna morada, que solo el Omnipotente ve.
Paz de Cristo
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