Acrisola toda herrumbre en Cristo.
Oh Cordero inmolado, en el sacrificio del Calvario derramaste tu preciosa sangre, ofrendando a la humanidad su sagrada pureza.
Sé el agua viva del río aurífero,
que adoras al Rey de reyes, viéndote reflejado en el candor de su grandeza.
Jesús, dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Consagra tu vida siguiendo el camino de la verdad.
Proclamad del Salvador su gloriosa venida,
y predicad con denuedo el Evangelio, para que la oveja perdida no se quede fuera del arca de eternidad.
Oh Rey de la gloria, derrama sabiduria de lo alto,
sobre todo espíritu.
Y sobredimensiona el alma con la esencia de su interior áureo,
para que sea radiante nuestra gracia en Cristo.
El fuego prueba al oro,
y da el fondo y la forma al genuino siervo del Redentor.
No existe crisol más puro,
que el vínculo perfecto del amor.
No te pierdas esta grandiosa salvación,
por hacer desdén de lo que al Señor de señores le agrada.
Y haz que a la sazón,
tu alma sea bienaventurada.
Paz de Cristo
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