Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Arduo es definir la sublime majestuosidad de nuestro Señor Jesucristo.
De sobrenatural perfección hay que tildar su pensamiento,
enmarcandolo en la sagrada verdad del Santo Espíritu.
Jesús, dijo: Toma tu cruz y sígueme.
Y en un camino de angostura desmesurada estamos inmersos.
La incesante prueba te hará estar firme,
para superar obstáculos inmensos.
Y Cristo Jesús enfatizó, diciendo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.
Nuestra conducta ha de obedecer al cumplimiento máximo de la genuina longanimidad.
El ser tu siervo, oh Cristo, se traduce en poner por obra,
la santísima piedad.
En tu ministerio público, oh Rey de reyes,
siempre fuiste fiel a las Sagradas Escrituras.
Nada se interpuso en tus milagrosas bendiciones,
para hacer a las almas puras.
Si tienes un corazón consagrado para Cristo,
has pasado de muerte a vida.
Y crucificaste a la carne en el Espíritu,
para vivir en el reino del eterno Salvador sin medida.
Paz de Cristo
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