He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, y la tierra, y todas las cosas que hay en ella.
Él creo el universo con la plenitud de su excelencia.
Has pensado que por el Rey de reyes fuiste escogido hijo suyo, para que le loaras con inconmensurable honra;
y circuncidaras tu corazón, para vivir postrado con abnegada humillación ante su gloriosa presencia.
Oh Señor Jesucristo, de tu sublime linaje es mi heredad,
y sé que en el tercer cielo te he de ver.
Porque en tu poderosa verdad,
ha encontrado refugio mi ser.
He de menguar hasta la mínima expresión,
para percibir tu soberana majestuosidad, oh Rey de la gloria.
Porque de él mana la vida, testigo es del misterio eterno mi corazón;
que desde su latido inicial, le guardaste, oh Señor, en tu memoria.
Oh Señor de señores, tu nombre me fue revelado,
en un mediodía de refulgente candor.
Y mi espíritu errático se tornó lúcido,
al revestirse de la grandiosa lumbrera de su amor.
Había hecho caso omiso, dentro de la mundanal tormenta, oh Fiel y Verdadero,
al santísimo eco de tus llamados.
Y al fin, de gracia recibí el sagrado mensaje de tu Evangelio,
para tener cabida en la congregación de los santos.
Paz de Cristo
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