- Oh Altísimo Redentor,
- no ha habido prueba más execrable que tu crucifixión en el monte Calvario.
- Y en tu piedad no cabía más amor;
- porque eras, eres y serás el Todopoderoso Señor del eterno santuario.
- Oh Cordero inmolado,
- al cruel escarnio y vituperio que tu sufriste, se sucedieron lacerantes latigazos cuyo restallido se oyó en todo el universo.
- Y no hubo en tu boca, quejas, ni lamento audible, oh Omnipotente Redimidor, del mundanal pecado.
- Y es que, tu preciosa sangre derramada, oh Rey de reyes, lavó toda humana iniquidad con la gracia del pacto nuevo.
- Oh Santo de Israel,
- Tú ves el trasfondo de la vil humanidad caída,
- que a ella misma no le es dado ver;
- porque por la obscena desnudez, ha sido su alma pervertida.
- Oh Sumo Alfarero,
- Tú no has puesto impedimento, a hacer de nuevo el vaso roto.
- Y será en el día postrero,
- cuando el Hijo del Hombre, salvará únicamente al discípulo valiente y probo.
- Oh Alfa y Omega,
- tu misericordia es para siempre; porque te acuerdas de que somos polvo.
- Y has hecho bienaventurado al pobre en espíritu; porque en tu magnificencia se sustenta,
- para que su eterna morada sea el glorioso firmamento.
- Paz de Cristo
viernes, 18 de noviembre de 2022
EL QUE DESCONOCE EL TRASFONDO DE LA ESPIRITUAL PRUEBA, NO ESTÁ EN CRISTO
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