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miércoles, 30 de noviembre de 2022

NO GUARDES CON TANTO CELO LAS INMUNDICIAS DEL ALMA, PORQUE TENDRÁS QUE DAR CUENTA DE ELLAS ANTE EL TODOPODEROSO SEÑOR Y SALVADOR JESUCRISTO

  • Oh mi Cristo, 
  • en tu ministerio público, nos enseñaste que más bienaventurado es dar que recibir.
  • Y es que, en el Santo Espíritu, 
  • tienes el grandioso privilegio de conocer la única y perfecta verdad, para en completa paz vivir. 

  • Jesús, enseña: Y escribe el ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
  • Porque tu dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
  • Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con  colirio, para que veas. 
  • Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. 
  • He aquí, yo estoy a la puertas y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
  • Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con  mi Padre en su trono.
  • El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. 
  • Oh Santo, el que tu majestuoso nombre invoca, 
  • no ha caído en la demoníaca trampa de estar sumido en lo inmundo.
  • Oh gran Dios, son tus santas pruebas, 
  • las que pone de manifiesto la áurea pureza del alma que vive santamente. 
  • Oh Eterno, necesito como sustento tu fácil yugo,
  • para que de Sion sean mis alas, que surcan el cielo con su espiritual viento,
  • para glorificar las santísimas vigilias.

  • Oh Cristo Redentor, 
  • de los clavos que traspasaron tus manos y tus pies, y también de la llaga de tu costado, y de los lacerantes latigazos; dirá el profano, que no son de su incumbencia.
  • Pero cuando estés juzgando en el gran trono blanco, oh Sumo Salvador, 
  • que alegará el vil difamador, en su indefendible obsolescencia.

  • Oh Cristo Jesús, 
  • tus siervo consagrados, 
  • no anhelamos sino dádivas del Espíritu en tu inaccesible luz, 
  • por haber sido tus auténticos hijos bienaventurados.

  • Oh Alfa y Omega, 
  • ser tu heraldo como misión, es el honor más inconmensurable para dar toda la belleza profética a tu Sagrada Escritura. 
  • No es, sino digno de conmiseración el que desecha por sistema, 
  • lo que el Omnipotente da, al que es en su santo nombre una nueva criatura. 
  •                 Paz de Cristo 

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