Oh Cristo, desde el misterio Eterno
escogiste la perla preciosa, que es tu amada Iglesia.
Postrada está a tus pies, oh Señor, vestida de lino blanco;
rindiéndote adoración, con su fragante esencia.
Oh Salvador, la espiritualidad sublime
se precipita en el corazón;
para elevarte una súplica perenne,
que sea guardada en tu bendición.
Oh Jesucristo, ríos desbordados
corren por nuestro interior.
Es el Agua Viva de los bienaventurados,
que te profesan verdadero amor.
La perla más codiciada,
la encontraste, oh Señor,
en la incircuncisión desalmada;
que fueron en su arrepentimiento atalayas de tu honor.
Oh Señor Jesucristo, de tu Gracia somos siervos.
Tu Iglesia, con aromas de oración
perfuma las moradas de los Cielos,
que serán de Eterna Unción.
Paz de Cristo
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