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lunes, 21 de agosto de 2023

DÁNDOTE LA GLORIA, LOARÉ TU PRESENCIA, OH CRISTO

  • La Biblia dice: Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. 
  • Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones  israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? 
  • El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerlo en libertad. 
  • Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida,
  • y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios a resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 
  • Y por fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros. 
  • Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.
  • Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.
  • Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,
  • y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;
  • a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. 
  • Oh mi Cristo, todo lo sublime obra en el siervo que te profesa adoracion, 
  • porque de tu piedad le concerniste.
  • Y este es el anunciado Camino de Santidad.
  • La gracia está servida, 
  • para los que anhelan ser tus hijos.
  • Y testificareis los heraldos,
  • que de Cristo Jesús sois seguidores fervientes; 
  • todos los que han podido creer. 
  • Porque los que el Evangelio, 
  • sin desmayo habéis predicado,
  • loas elevasteis a la suma presencia del Santo Espíritu. 

  • La Biblia enseña: ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
  • Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. 
  • Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar.
  • aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. 
  • Si dijere: Ciertamente las tinieblas ne encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. 
  • Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz.
  • Oh Santo de Israel, sólo los entendidos son inherentes a tu espiritual esencia.
  • Porque a los que con tu excelsa diestra sellarás,
  • oh Señor, son todos y cada uno de los que te han podido amar,
  • en esta tierra.
  • Tú eres el primero y el último, el principio y el fin,
  • oh Soberano Jesús. 

  • La Biblia incide: Bendeciré a Jehová que ne aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia. 
  • A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. 
  • Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente;
  • porque no dejarás mi alma en el seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción.
  • Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay multitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre. 
  • Oh Hijo del Hombre, 
  • gran confusión tiene el que pende del abismo sin tu gloriosa presencia.
  • Y es que, los probos siervos que creemos en tu majestuoso nombre seremos salvos; porque de tu preciosa sangre derramada en la cruz del Calvario, recibimos la sobrenatural herencia.

  • Oh gran Dios, 
  • en tu grandiosa fortaleza,
  • estamos sabiamente refugiados,
  • oh Rey  de reyes, porque de tu eterna gloria tenemos extrema certeza.

  • Oh Fiel y Verdadero, 
  • los falsarios e impostores, 
  • no traspasarán el umbral de tu reino;
  • porque su obscurantismo, oh Rey de la gloria, es la antítesis de tus celestiales favores.
  •                Paz de Cristo 

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