- Oh mi Cristo,
- confiar en tu majestuoso nombre es el máximo honor.
- Y es que, la duda contrista al Santo Espíritu,
- porque en su gracia se disipa todo el temor.
- Oh Hijo del Hombre,
- Tú mandaste parar a la tempestad, y se hizo grande bonanza.
- Y en este enésimo milagro, la fe se hace manifiesta para asumir lo inescrutable;
- porque del Rey de reyes emana su prodigiosa gobernanza.
- Tú eres, oh siervo, el milagro de los milagros;
- y fuiste creado por el Santo de Israel.
- A lo largo de tu vida, solo de Él recibiste los primorosos cuidados.
- Y lo que te pide es que le creas; porque tu único Dios es.
- En tu Sagrada Palabra, oh Señor,
- nos anuncias los gloriosos preceptos que hemos de cumplir.
- Porque todo lo que hagas, habrás de hacerlo en el nombre que es sobre todo nombre, por amor;
- y en la eternidad de su santo reino, tendrás el inmenso gozo de vivir.
- Jesús, dijo: A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.
- Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
- Oh gran Dios,
- en la adoración y alabanza de tu excelso nombre, hemos puesto todos nuestros virtuosos desvelos.
- Paz de Cristo
domingo, 28 de agosto de 2022
ANTE EL PAVOR DE LA TEMPESTAD, DALE LA GLORIA AL OMNIPOTENTE SEÑOR JESUCRISTO
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