- Oh mi Cristo,
- sí, contigo dimos visibilidad al pernicioso pecado.
- Y ya se nos redargüía el alma cuando contristábamos al Santo Espíritu;
- porque anunciabas, oh Señor, las buenas nuevas a todo el que se dispuso a ser bienaventurado.
- Oh Cristo Jesús,
- tus preceptos bíblicos nos rayeron la obscura perversión de seguir mendigando al maligno.
- Y al fin vimos la majestuosa luz,
- que es sagrada provisión del Altísimo.
- Oh Sumo Redentor,
- tus buenas nuevas de salvación eterna, son las que redarguyeron la malignidad de la tierra.
- Y es que, en tu inmolación del Calvario se produjo el glorioso acto de inconmensurable amor,
- que inmerecidamente nos ofrendó tu excelsa diestra.
- Oh Santo de Israel,
- ninguno de los pasajes de la Escritura Sagrada será de revelación,
- sino vienen precedidos por el don de la fe;
- y darán forma a lo irreverente, de una falsaria regeneración.
- Oh gran Yo Soy,
- en tu santo nombre, toda alma se puede gloriar.
- Pero para que asevere el Eterno: En el paraíso conmigo estarás hoy;
- a Él primero has de amar.
- Paz de Cristo
martes, 9 de agosto de 2022
LA CONVICCIÓN DE PECADO ME LLEVÓ A TUS SANTÍSIMOS PIES, OH CRISTO
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