- Oh mi Cristo,
- en la letal obscuridad se manifiesta tu gloria.
- Porque no es otra la que gobierna mi espíritu,
- sino tu santísima presencia.
- Oh Hijo del Hombre,
- nunca el que es pusilánime, testificará en tu sagrada memoria.
- Y es que, en la invocación de tu majestuoso nombre,
- oh Rey de reyes, se nos es concernida la eterna victoria.
- Oh Santo de Israel,
- la estruendosa tempestad, presagiaba que la borda del barco iba a ser el precipicio de nuestra efímera vida.
- Oh Eterno, aumenta nuestra precaria fe;
- para que sea nuestra existencia, por tu excelsa diestra bendecida.
- Oh Cordero inmolado,
- la chusma envilecida laceró tu bendito cuerpo hasta la muerte, y muerte de cruz.
- Y no daban crédito en la tierra, oh Rey de la gloria, que de facto te manifestaras en carne, para ser un siervo bienaventurado;
- y que pusieras tu vida, y la volvieras a tomar, en el eterno santuario de inaccesible luz.
- Oh Alfa y Omega.
- nada es obstáculo para tus grandiosos milagros.
- Y es en la pavorosa tormenta,
- donde la tempestad obedece al mandato sobrenatural de tus excelsos labios.
- Paz de Cristo
lunes, 19 de septiembre de 2022
EN LA TENEBROSA TORMENTA ME DAS ALAS ESPIRITUALES, OH CRISTO
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