- Oh mi Cristo,
- nunca podré negarme a mí mismo, con una vida tan mundana en derredor.
- Y habré de tener un sometimiento profundo al Sagrado Escrito,
- para que la perfecta santidad, sea el fruto Cristocéntrico del amor.
- Oh Cristo Jesús,
- deshaz nuestro ancestral arraigo a la perniciosa incredulidad.
- Y que sea tu majestuosa luz,
- la que provea del candor celestial a la perversa obscuridad.
- Oh Cristo Redentor,
- tu inmolación en la cruz del Calvario, no ha revertido en nuestra más profunda e inexorable conversión.
- Sí, oh Rey de la gloria, tu preciosa sangre derramada con excelso amor;
- no ha traspasado, como espada de dos filos, al errático e irreverente corazón.
- Oh Santo de Israel, en tu ministerio público nos dijiste: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
- Si me conocieseis, también al Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
- Oh Omnipotente Señor Jesucristo, Tú eres el primero y el último, el principio y el fin.
- Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el que podamos ser salvos.
- Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió.
- Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.
- Oh Hijo del Hombre, el don de la fe, tu santo nombre me reveló.
- Y predicaré poéticamente tu Sagrada Escritura hasta lo último de la tierra, para que por tu soberana voluntad, oh Rey de reyes, las almas sean gloriosamente salvas.
- Paz de Cristo
lunes, 23 de mayo de 2022
EL YERMO DESIERTO INTERIOR ME REVELARÁ TU SAGRADA VERDAD, OH CRISTO
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