Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.
Tus fuerzas están en Cristo, Él te las prestó.
La unción ha de presidir la predicación de los vasos evangélicos;
para que a través de su barro frágil, sea solo exaltado el Omnipotente Señor que los envío.
Si servimos al Señor de señores, ha de ser con temor y temblor;
porque en los exhortos, estamos sometidos a la voluntad del pensamiento eterno.
Y para darle contenido a su excelso amor,
fragilidad máxima ha de tener el barro de nuestro cuenco.
Con una solemne pureza,
ha de ser manifestada la Palabra.
Porque cada precioso segundo cuenta,
en el quebrantamiento del corazón que al Todopoderoso ama.
En el bautismo, sepultamos todos nuestros pecados y resucitamos en Cristo; y de Cristo fuimos revestidos.
Esta trascendente transformación, no se apartará nunca de nuestro ser.
Somos, oh Señor, para tu gloria escogidos,
poque has derramado sobre tus hijos el don de creer.
Sabemos, oh Señor Jesucristo,
que tus pensamientos no son nuestros pensamientos, ni tus caminos nuestros caminos.
Esta es la razón, por la que somos vasos de barro creados por el Santo Espíritu;
y por eso, al ministrar tu Evangelio, oh Rey de reyes, hemos de ser tus verdaderos discipulos.
Paz de Cristo
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