El punto de inflexión en la convicción de pecado, oh Cristo,
da inicio en el mismo acto de pecar.
Y te ha de redargüir el Santo Espíritu;
al recibir del cielo la gracia, del que puedas a tu corazón librar.
Cincelada en tu cuerpo,
la iniquidad mundana deja unos resortes que te invitan a pecar.
Sin embargo; si tienes un encuentro con el Señor Jesucristo,
Él te va a descubrir la perfecta forma de amar.
Un día, oh Cristo Jesús, con tus alas espirituales,
fui elevado hasta el tercer cielo.
Y, oh Rey de la gloria, se posaron en mi alma palabras tan inefables;
que ya no vivo yo, vive en mí el Eterno.
Oh Rey de reyes,
la idealización del lo terrenal es obsolescente,
al compararla con los sobrenaturales bienes,
de tu gloria magnificente.
Oh Cordero inmolado,
la fragancia de tu gloriosa sangre derramada en la cruz del Calvario;
dejó en el universo una vida excelsa redimida de pecado,
y para la eternidad un sagrado santuario.
Paz de Cristo
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