¡Ay del que pleitea con su Hacedor! ¡el tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?; o tu obra: ¿No tiene manos?
No hay otro Dios, fuera de Jehová.
Él afirmó los cimientos del universo, y en ellos nos sustentamos;
porque el Eterno, para siempre en su gloria nos guardará.
No conjeturéis con el Sumo Hacedor;
porque en su misterio santo nos creó, y habréis de darle a Él toda la gloria.
Él es nuestro Formador,
y nos revistió de amor para la victoria.
¿Nos cuestionaríamos porque el Rey de reyes, nos dio todos y cada uno de los dedos que conforman pies y manos?
Aun en la mayor sabiduría, no ha lugar la respuesta.
Y es que en toda nuestra existencia, oh Todopoderoso, de ti dependemos.
Buscaremos con denuedo tu rostro, oh Señor; y en nuestra alma, tu paz será manifiesta.
Y por fin, oh Señor Omnipotente,
tu luz celestial traspasó el endurecido corazón.
Y de tu glorioso gozo, oh Redentor, hicimos la grandiosa fortaleza del presente;
derramandose sobre nuestro atribulado ser, el sobrenatural poder de la unción.
Oh Señor de señores, la contumacia de la humanidad,
se disipó, al derramar tu Santo Espíritu sobre su errática senda.
Y de la inefable eternidad,
se hizo su vida sedienta.
Paz de Cristo
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