Oh Cristo, nada hubiera sucedido en nuestro devenir,
si no hubiéramos estado en tu inescrutable designio.
¿Quién hubiera podido vivir;
si Él no hubiese sustentado nuestro destino?
Oh Señor Jesucristo, desde antes de la fundación del mundo, nos escogiste,
a los que íbamos a ser tus hijos.
En el misterio eterno nos concebiste,
para ser en tu santuario protegidos.
Oh Rey de reyes, en el tiempo de tu llamado,
percibí las bendiciones de tu gloria.
Sentí tu eterno legado,
en la postrera victoria.
Mi bautismo, en tu nombre fue,
oh Cristo Jesús.
Tuvo lugar en un tiempo breve,
no esperé;
anhelaba ser hijo de la luz.
Me libraste, oh Redentor,
del ignominioso pecado.
Fue, oh Cordero inmolado, en la cruz del Calvario, con la sublime perfección de tu incomparable sacrificio hecho por amor.
Y con tu galardón, hiciste al ser humano de la eternidad bienaventurado.
Paz de Cristo
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