Y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.
Velad y orad para no entrar en tentación, nadie sabe ni el día, ni la hora.
¿Dios te ha hablado, y desoyes su Palabra?
Como en los días del diluvio, oh Señor, serás en extremo inmisericorde.
Y los no arrepentidos, darán lugar a su condenación eterna.
En el mundo descreido habrá desolación;
aunque todo en su derredor ata cabos,
para que sea, oh Señor de deñores, de genuina salvacion,
sin menoscabo.
Aun el más virtuoso ser humano, oh Cristo Jesús,
siente bajo sus pies la inseguridad del abismo.
¿Será que le viene excesivamente grande, oh Rey de la gloria, tu radiante luz,
y se encuentra perdido en su obscurantismo?
Soltemos todo lastre de incertidumbre,
y asíamonos al autor y consumador de la fe.
Oh Señor Jesucristo, Tú que en la cruz del Calvario, te hiciste semejante a carne de pecado; y aun a los pecadores hiciste libres con tu redención de sus delitos y pecados, y que también justificaste en tu misericordiosa servidumbre.
Y tu piedad fue inconmensurable, a sabiendas de que el veleidoso corazón humano, oh Rey de reyes, no podría creer lo que no ve.
Oh Sumo Redentor, Tú nos diste vida, y vida en abundancia;
pero solo los santos, no vetan la salvación, que es un sobrenatural privilegio.
Sed elevados por la excelencia,
y creed en la buenas nuevas del Santo de Israel, que escritas están en su Evangelio.
Paz de Cristo
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