En ninguno discípulo, tuvo cabida tu resurrección,
oh Cristo Jesús.
Y con la puerta cerrada, entró en la casa, y libertándolos de toda incredulidad, les dijo: Paz a vosotros, o a vosotros shalom.
Y el que creyó en el Dios vivo, vio la eterna luz.
El fulgor de tu presencia, oh Señor Jesucristo,
ha ensanchado al extremo mi corazón.
Y vivificado por el Santo Espíritu,
elevado seré al santuario de la salvación.
Sobrenatural es la poesía,
que se desborda en mi alma, a los pies del Señor resucitado.
Son los ríos de agua viva,
que corren en la revelación profunda del bienaventurado.
La solemne oración de tu siervo,
oh Sumo Redentor,
es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.
Si en tu alma recibes la excelencia audible, paz de Cristo; habrás entendido lo que es amar, con su eterno amor.
Shalom de Cristo, debería ser el deseo que anunciara incesantemente el espiritual viento de Sion,
para ser hacedores de la Palabra.
Y que por el poder de la resurrección,
avivásemos en el nombre de Jesús, la paz del alma.
Paz de Cristo
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