Oh Señor Jesús, Tú, que a la tempestad del mar mandaste callar,
y se hizo grande bonanza.
Detén al ominoso gigante violentar,
lo que tu diestra excelsa armoniza.
Oh estrella resplandeciente de la mañana,
derrama con tu brillante fulgor, el milagro
de repente bendición.
¿Habrá algo imposible para tu Palabra?
Todo se purifica, cuando lo impregna su sagrada unción.
Oh Señor Jesucristo, Tú eres el autor y consumador de la fe.
Oh Cordero inmolado, por tu santísima llaga fuimos sobrenaturalmente curados.
La gloriosa piedad del Santo Espíritu, en su magnificencia se ve,
cuando sana a los bienaventurados.
Oh Fiel y Verdadero, anhelamos gloriarnos en tu presencia,
al saber, oh Rey de reyes, que una palabra tuya bastará para sanarla.
Porque, oh Rey de la gloria, para ti no hay distancia;
y recibirá pronta sanidad de gracia su alma, de favores y misericordias consagrada.
Nada se oculta a tu omnisciencia,
oh Omnipotente Creador.
Y al habernos provisto de un ser, a imagen y semejanza de su espiritual esencia,
permaneceremos por los siglos, unidos por el vínculo perfecto del amor.
Paz de Cristo
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