Oh Cristo, porque la paga del pecado es muerte;
y es moneda de cambio en el mundo, con nuestro beneplácito.
Todos hemos guardado en el corazón irreverente,
un obscuro pacto.
Las coartadas del maligno son referentes,
al no combatir su asechanza.
Los dardos más hirientes,
han sido clavados y justificados en la cruz del Calvario: exponente principal del anatema, que por la Gracia del Señor de la Redención, se convirtió en el Cordero Inmolado de la esperanza.
Tu Resurrección.
Oh Señor Jesucristo,
purificó el alma, con la fragancia del Sagrado perdón.
Y a las alturas la elevó el Salvador con su Santo Espíritu.
En la Nueva Jerusalén,
serán de áurea transparencia sus moradas. No existirá la iniquidad del desdén;
porque, oh Rey de reyes, Tú eres el Templo de Unicidad de las almas consagradas.
Sin Santidad, nadie verá al Señor
de la Salvación.
Toma la cruz del amor,
y sigue al Amén, con el poder de la fe en oración.
Paz de Cristo
No hay comentarios:
Publicar un comentario