Oh Cristo, me refugiaste en el Lugar Santísimo,
y has purificado mi iniquidad.
Gracia me has dado, oh Altísimo,
para sentir en el alma la Eternidad.
Cada célula de mi cuerpo,
proclama tu Nombre, oh Señor Jesús.
Elevan un cántico nuevo,
para que en ellas se enseñoree tu Luz.
Mi espíritu descubrió el Edén, oh Redentor,
en tu Preciosa Sangre derramada.
De seguirte he de ser digno; porque Tú diste tu vida por amor;
para que la mía, pecaminosa, fuera en Santidad transformada.
La pureza Celestial,
dejó exánime mi maldad.
En mi corazón hay un gozo sobrenatural;
ahora vive, oh Señor de señores, en el Espíritu de la Verdad.
Viento Santo de Sion,
lléname cuerpo, alma y espíritu.
Y seré redimido con el Eterno perdón,
para asirme Eternamente a mi Cristo.
Paz de Cristo
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