Oh Cristo, Santa fue tu espontaneidad,
y ajena a toda imposición.
Así ha de ser la semilla de Eternidad,
que germine con exuberancia en el sentimiento del corazón.
Oh Señor Jesús, Tú, dijiste: No siete, sino hasta setenta veces siete habréis de perdonar.
Este es el radiante concepto, que te ha de llevar a la Gloria.
Solo en el sumo poder de amar,
oh Rey de reyes, habremos desterrado el aguijón de la muerte, para ser dignos discípulos de tu Sagrada Victoria.
El escudo de la fe, en el Nombre de Jesús,
vigilará cada segundo las asechanzas del maligno.
De las tenebrosas tinieblas, oh Señor, nos transformaste en hijos de Luz.
Y en espíritu y en verdad, postrados adoraremos tus Santos Pies, mi Jesucristo Eterno.
Oh Cristo Jesús, acosados por la tibieza,
desoimos la Palabra.
No existe mayor tristeza,
que negar al que por el perdido dio la vida, el Señor de señores, que más nos ama.
Hoy, despójate de la parte no redimida del mundo.
Pídele al Redentor, las alas del Espíritu de poder.
Evadiros de la prisión del moribundo,
para ser llenos de la Vida, del que cree sin ver.
Paz de Cristo
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